Había
una vez una cigüeña que
aún siendo bastante mayor, no sabía volar, se llamaba Sabelotodo, y
ese nombre no era casualidad, el nido en el
que habitaba estaba en un poste de la luz, bien alto.
Sabelotodo
tenía un carácter muy fuerte, siempre estaba desafiando a quien le importunaba
lo más mínimo, lo cual mantenía en tensión al ave de
manera absurda, y además, presumía de saberlo todo, fuera cual fuera el tema,
ella siempre creía saber qué decir y opinaba sin pedírselo, de aquí su merecido
nombre.
Todos
los que conocían a Sabelotodo, pensaban que era así para suplir su carencia de
no saber volar, ya que se sentía insegura, y antes de que nadie le recomendara aprender,
o intentar mover las alas, la
cigüeña respondía con una de sus frases rimbombantes, que dejaban sin respuesta
a los que la escuchaban, los cuales eran muy pocos.
Un día, unas nubes oscuras amenazaban lluvia fuerte en el
horizonte, y todos los que pasaban por el nido de Sabelotodo le decían:
- “Amiga, ¿quieres que te ayudemos a bajar del nido?, has de
ponerte a resguardo o te quedarás sin nido y sin plumas”.
La cigüeña, que todo lo sabía, contestaba a todos los mismo:
- “Estáis confundiendo los altocúmulos con altostratos, lo
que se ve en el horizonte son altostratos, que lo único que harán será bajar
levemente la temperatura, y que caiga una lluvia suave lejos de tener que
perder mi nido”.
Poco a poco, vio como se quedaba sola, a su alrededor todos sus conocidos se
habían resguardado del cielo que
cada vez se tornaba más negro, y ella seguía ahí, de pie, intentando mantener
el equilibrio de las fuertes corrientes de aire que comenzaba a notar. Al cabo
de pocos segundos, comenzaron a caer gotas del tamaño de aceitunas gordales,
Sabelotodo no podía abrir los ojos de la cantidad de golpes que estaba
recibiendo, notaba como las pajas de su nido se deshacían bajo sus pies, y como
su cuerpo empezaba a pesar demasiado como para mantenerse erguida. De repente,
cayó al vacío y perdió el conocimiento.
Cuando abrió los ojos estaba en un nido nuevo encima del
tejado de una casa baja. Apenas podía moverse, la caída le había fracturado
algunas costillas y un ala. Sorprendida, intentó averiguar donde se encontraba
y cuando consiguió enfocar bien, vio a todos sus conocidos con cara de
satisfacción.
Una compañera vecina de su poste de luz, le dijo:
- “Sabelotodo, nos alegramos mucho de verte despierta, llevas
así varias semanas, estabas muy grave. En este tiempo, te construimos este
nuevo nido más bajo y estable para facilidad tuya”.
La cigüeña hizo una mueca de agradecimiento, y volvió a
dormirse.
En sus sueños, Sabelotodo se levantaba, y uno a uno, iba
dando las gracias por la ayuda que le habían prestado.
Al despertar de nuevo, tenía una mentalidad muy diferente, a partir de ahora se
dejaría ayudar para aprender a volar, y enseñaría a los más pequeños todo lo
que sabía, con una actitud positiva y agradable. Se convirtió en la cigüeña más
carismática ydicharachera de
todo Trujillo.
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