Óscar Contreras
Montoya
Vivía una vez entre las arboledas, en un pueblito de Santa Cruz,
Guanacaste, doña Tortuga, que era muy hermosa y dueña de un bellísimo
caparazón.
Pero doña Tortuga tenía un problema y era que estaba empeñada en
volar.
Todos los días, apenas se despertaba, lo primero que hacía era
decirse a sí misma:
−Hoy sí podré volar, hoy sí podré ser como doña Paloma.
Y diciendo esto, se enrumbaba a la orilla de la pendiente que da
al río y “cataplón”… contra las piedras iba a dar con su caparazón.
Muy adolorida se levantaba a duras penas y caminaba muy pensativa
por la orilla del río de regreso a su casa.
Todos sus amigos del bosque, donde la veían pasar llena de
raspones y moretones, se entristecían por lo cabezona que era y por su
majadería de querer volar.
−Idiay doña Tortuga. ¡Qué jupona que es! Le gritaba don Zorro.
−Si sólo se diera cuenta que lo de ella no es volar, decía doña
Iguana.
Y doña Tortuga no les hacía caso y volvía a la pendiente y
“cataplón”… va de nuevo y hecha un enorme raspón.
Y esto era cosa de todos los días.
−No sirvo para nada, si tan sólo pudiera volar, decía la pobre,
angustiada.
Doña Tortuga se daba libre el fin de semana; los sábados y
domingos descansaba masticando algunas ramas, bien metida dentro de su enorme y
bello caparazón.
Y no hacía más que levantarse el lunes y a toda velocidad…bueno,
a paso de tortuga llegaba por fin a la pendiente y con todas sus fuerzas se
lanzaba a volar…
Y… “cataplón”… a la pobre se le hizo tremendo chichón.
Resulta que por aquellos días el río Diriá se creció mucho a
causa de las lluvias torrenciales y los habitantes de la región temieron por su
vida.
Todos corrían, todas las personas y también los animalitos.
Corría don Martín, corría doña Zoila, corría don Ulises.
Y por entre los matorrales también corrían don Venado, don
Zorro, doña Iguana, don Jaguar y… también corría doña Tortuga… bueno, doña
Tortuga no corría mucho, que digamos; pues hay que recordar que las tortugas
son muy, pero muy lentas.
En fin, a como pudo, todo el mundo se puso a salvo, incluyendo a
la mentada doña Tortuga.
La inundación fue terrible, se perdieron muchas cosechas, pues
todo quedó lleno de agua y poco a poco comenzó a faltar el alimento. Y las
aguas no bajaban…
Don Zorro buscaba algún ratoncillo que masticar, doña Paloma
volaba bajito esperando aunque sea a un escarabajito. Y doña Tortuga de pronto
olvidó su cabezonada de querer volar y buscaba sin descanso algún pedacito de
verde, o un tomatico, o un trocito de zanahoria… y nada de nada, sólo agua
sucia.
El cuento está incompleto. Deberían consultar antes de publicar y con mucho gusto les habría facilitado el cuento completo.
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