CUENTO: EL MUÑECO DE NIEVE
ANÓNIMO
Había dejado de nevar y los niños, ansiosos de
libertad, salieron de casa y empezaron a corretear por la blanca y mullida
alfombra recién formada.
La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus
manitas hábiles, se entregó a la tarea de moldearla.
Haré un muñeco como el hermanito que hubiera
deseado tener se dijo.
Le salió un niñito precioso, redondo, con ojos de carbón y
un botón rojo por boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió
al muñeco en su inseparable compañero durante los tristes días de aquel
invierno. Le hablaba, le mimaba…
Pero pronto los días empezaron a ser más largos y los rayos
de sol más cálidos… El muñeco se fundió sin dejar más rastro de su existencia
que un charquito con dos carbones y un botón rojo. La niña lloró con
desconsuelo.
Un viejecito, que buscaba en el sol tibieza para su
invierno, le dijo dulcemente: Seca tus lágrimas, bonita, por que acabas de
recibir una gran lección: ahora ya sabes que no debe ponerse el corazón en
cosas perecederas.
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